Estaba la puerta que PI abrió para ver un despacho sobrio, aburrido sin nada de personalidad salvo por la persona que se sentaba en aquél escritorio de madera blanca, la quinoa y el cuaderno.
Noche, hay estrellas pero no se ven por la contaminación lumínica.
Estás dentro de un desapcho, así que realmente no importa lo que se vea y no se vea en el cielo. La ciudad vive y habla a través de claxones y conversaciones que se entrelazan. El despacho también está insonorizado, así que el bullicio se silencia. Entre esas paredes, todo queda relegado a un secreto.